Madera: una opción para enfrentar el futuro de la construcción

Ante el escenario del cambio climático, la industria de la construcción necesita reorientarse hacia objetivos cómo un menor impacto medioambiental y la carbono neutralidad. La madera surge como opción en este contexto, abriendo las puertas a un sector basado en la economía circular y preparado para los desafíos del futuro.

La construcción tiene un importantísimo rol en nuestra sociedad al ser la responsable de proveernos con las edificaciones para hacer nuestro día a día posible. Esta tarea, sin embargo, se encuentra enfrentada a un dilema a partir de unas décadas atrás, el cual se vuelve más urgente con el paso del tiempo.

La NASA establece que los primeros atisbos de lo que hoy conocemos cómo cambio climático se avistaron en 1896, cuando el científico sueco Svante Arrhenius predijo que los cambios en los niveles de CO2 en nuestra atmósfera podían alterar sustancialmente la temperatura de la superficie terrestre de la mano del efecto invernadero.

No fue sino hasta 60 años después, en 1956, que esto se convirtió en la actual teoría del cambio climático, y los casi 60 años que han pasado desde su formulación se han encargado de confirmar todo lo señalado por esta: que el aumento de los niveles globales de dióxido de carbono en la atmósfera durante el siglo XX tendría un efecto sobre la temperatura media del planeta y, en consecuencia, en la vida de quienes lo habitamos.

Hoy en día, este fenómeno ha abandonado el plano de lo hipotético, manifestándose a través del aumento en las temperaturas globales y los episodios de olas de calor, alteraciones en los ciclos de precipitaciones, el ascenso en número y gravedad de desastres naturales extremos, la subida del nivel del mar, la acidificación de los océanos y la acechante posibilidad de un colapso en la biodiversidad.

Se han planteado diversas medidas para enfrentar este escenario, tales como el Acuerdo de París con su compromiso de limitar el aumento de temperaturas globales a 1,5 ºC y el planteamiento de los Objetivos de Desarrollo Sustentable por parte de la ONU.

Objetivos de desarrollo Sostenible, Fuente: ONU Chile

Sin embargo, la cooperación del sector construcción se ve afectada por un hecho en particular: según estudios de la Global Alliance for Buildings and Construction, desde 2021 esta industria ha sido responsable del 37% de las emisiones de CO2 asociadas a energía y procesos, además de consumir el 36% del consumo energético a nivel global.

Estas cifras hacen patente una gran brecha en materia medioambiental para este sector, que para alcanzar los objetivos de limitación y mitigación del cambio climático, debería casi alcanzar la carbono neutralidad para 2050.

Para superar esta dificultad, Naciones Unidas recomienda una estrategia de 3 puntos: disminuir la demanda energética, descarbonizar el suministro energético y abordar el carbono incorporado en los materiales de construcción, un ítem de altísima relevancia y que, en algunas materialidades, puede significar cerca del 50% de emisiones a lo largo del ciclo de vida de  una edificación.

La innovación e investigación ha apuntado a identificar cómo abordar estos tres ejes de manera que mantenga o mejore la calidad de las edificaciones y la productividad del sector, y una de las mejores opciones que ha aparecido ha sido el uso de madera cómo material estructural. Capaz de ofrecer beneficios medioambientales, económicos, y permitir afrontar los desafíos sociales que se ven en el horizonte del sector, la madera se emplaza cómo una de las mejores respuestas para embarcar la construcción de hoy y mañana.

Madera, un ciclo cargado de beneficios

La madera ha acompañado a la humanidad como materialidad de construcción por siglos, perdiendo su lugar protagónico alrededor de 250 años atrás. Esta transición a materiales como el hormigón y el acero ha llevado a una intensificación del impacto de la industria en el medio ambiente, avanzando hasta el punto en que esta era responsable del 39% de las emisiones globales de carbono según el estudio de 2019 “Global Status Report for Buildings and Construction Sector”.

La relación entre uso de materiales fósiles con la huella de carbono del sector se justifica al analizar la procedencia de estas emisiones dentro del proceso constructivo, que es posible gracias a metodologías como el análisis de ciclo de vida (ACV) de una edificación, que dividen el camino desde la producción de la materia prima hasta el fin de la vida útil con el propósito de identificar los distintos impactos en cada una de estas fases.

Se ha observado en diversos ejercicios, por ejemplo, que la extracción de materia prima es una de las etapas más significativas en materia de emisiones. El estudio “Building Materials and the Climate: Constructing a New Future”, del Programa Medioambiental de Naciones Unidas, señaló en 2023 que el carbono emitido en estos procesos corresponde al 25% de sus emisiones, pudiendo ascender a un 49% en 2050.

Estos y otros números asociados al impacto de una edificación son conocidos como carbono incorporado o embebido, y tienen un rol clave en la medición que realiza el ACV, dado que permiten cuantificar cuánto un edificio ha impactado al medioambiente desde su misma concepción, sin considerar las emisiones que generará una vez entre en operación. Esta segunda categoría se llama justamente carbono operacional, y también es clave para la reducción de emisiones del sector.

Viendo estas credenciales, queda clara la poca viabilidad que tiene la construcción en su formato habitual con las metas de sustentabilidad necesarias para asegurar nuestro futuro. Sin embargo, la madera ha regresado a la palestra del sector al ofrecer cualidades a este que no solo satisfacen lo necesario para alcanzar estos objetivos, sino que también son únicas de ella, tales como la absorción y almacenamiento de carbono, el bajo impacto que tiene su procesamiento y la mejora en rendimiento energético de sus estructuras.

Para entender esto, es necesario entender el ciclo de vida de la madera en construcción. La producción maderera inicia su proceso durante el crecimiento de los bosques en que se cosechará, los que siempre han de estar certificados en manejo sustentable para asegurar una gestión correcta de aguas, suelos y ecosistemas, además de proteger la biodiversidad no asociada a fines productivos.

A lo largo de su crecimiento, los árboles absorben CO2 vía fotosíntesis y convierten este carbono en su estructura, sustrayéndolo de la atmósfera en una proporción de 2/1. Estudios como “Calculation of the Biogenic Carbon Content of Wood and Conversion to Carbon Dioxide”, publicado en 2014 por la Asociación Española de Normalización y Certificación, explican que esto significa que, de cada 2 kilos de madera seca, 1 kilogramo debería corresponder a carbono biogénico, equivalentes a su vez a 3,67 Kg de CO2 en el aire.

Multiplicar estos números por el gran número de kilogramos de madera generados en cada rotación de una plantación forestal nos muestra que desde su mera obtención este material ya permite dar pasos agigantados hacia metas medioambientales. Esta premisa se mantiene durante su procesamiento, debido a los mucho menores requisitos energéticos que tiene la producción maderera. Así lo explican instituciones cómo Timber New South Wales, que señalan que producir acero requiere 19 veces más energía que la madera.

Imagen representativa de construcción modular

Yendo aún más allá, la forma en que se utilice la madera para edificar también puede tener un rol clave en la reducción del carbono de una estructura y del sector. En las últimas décadas han comenzado a popularizarse tecnologías cómo la prefabricación y la construcción modular, métodos de fabricación que implican la fabricación fuera de sitio de elementos y bloques que luego son montados o instalados en la obra, reduciendo el tiempo de construcción.

En ese sentido, sí bien estas metodologías son aplicables a diversos materiales, la madera brilla particularmente en su uso, como explica el informe “La construcción de viviendas en madera en Chile: Un pilar para el desarrollo sostenible y la agenda de reactivación”, publicado en 2020 por el Banco Mundial. Este señala que los marcos modulares de madera industrializada podrían reducir hasta en un 50% el CO2 emitido, y hasta en un 35% la energía incorporada, abarcando múltiples aristas del trabajo necesario a aplicar en el sector.

Esto es importante porque la segunda etapa que genera más emisiones a lo largo del ciclo de vida de una estructura está directamente asociada con el consumo energético, pero en contexto de la operación del edificio.

Este tipo de emisión, conocido como carbono operacional y definido por la ONU como aquellas liberadas para mantener los niveles de confort de interior de la estructura durante su uso, correspondían al 75% del impacto medioambiental del sector en 2021, señala la misma organización.

La importancia de esto recae en que este impacto se genera durante toda la vida útil del edificio, que en materiales como la madera puede superar las 5 o 6 décadas. En este sentido, las proyecciones de Naciones Unidas explican que el protagonismo del carbono operativo debería bajar en 25 puntos porcentuales para 2050, puntos que pasarían a ser carbono embebido.

En este contexto, la madera nuevamente surge en su rol de alternativa de gran potencial para el sector, dado que atiende una problemática de alta relevancia: qué hacer con este carbono embebido, especialmente cuando se llega al fin de su ciclo de vida, momento en que las ganancias anteriores pueden disiparse cuando el manejo del material como desecho libere gran parte del carbono antes secuestrado.

En este sentido, la madera tiene a su favor un potencial de revalorización, reciclaje y circularidad superior a la de otros materiales, la cual se hace patente a través de ejemplos como la modificación de elementos para su uso en otras estructuras, la transformación a objetos como muebles o incluso la utilización como biomasa, estos procesos permiten que el CO2 almacenado en la madera no regrese a la atmósfera, extendiendo su almacenamiento.

De este modo, la madera permite que la industria de la construcción reduzca su impacto medioambiental desde sus fases iniciales hasta el fin de su ciclo de vida y más allá, permitiendo que este sector pueda ser partícipe de los objetivos de mitigación del cambio climático. Esto toma mayor relevancia ante los otros desafíos que se interceptan con la limitación de ascenso en temperaturas globales, ampliando la importancia económica y social de este cambio.

Circularidad, productividad y crecimiento

En noviembre de 2022, Naciones Unidas comunicó que oficialmente habíamos alcanzado el sorprendente número de 8 billones de seres humanos habitando nuestro planeta. La proyección muestra que esta alza continuará con el paso del tiempo, que los 9 billones serán alcanzados en 2037, y los 10, en la segunda mitad del actual siglo.

Este escenario implicará un aumento en la población urbana, y por ende, en la necesidad de nuestra sociedad de nuevas viviendas, edificios para trabajar, servicios e infraestructura en general. La satisfacción de esta necesidad requerirá que la industria edifique constante y continuamente, reabriendo la disyuntiva antes señalaba sobre materialidades e impacto.

En este sentido, acciones como los Objetivos de Desarrollo Sustentable tienen el fin de plantear metas y directrices con las cuales satisfacer nuestras necesidades presentes sin poner en riesgo la posibilidad de que también lo hagan las futuras generaciones. El objetivo 12 de esta lista, Ciudades y comunidades sostenibles, atañe a esta problemática, apuntando a la creación de asentamientos humanos resilientes, inclusivos, seguros y sostenibles.

Con esto en la mira, la madera se muestra como uno de los mejores candidatos para hacer posible este progreso de manera sostenible. Al mismo tiempo, el material abre la puerta a una mejor respuesta del sector a este desafío a través de mejoras en su productividad y velocidad de trabajo.

Ejemplo de construcción industrializada en madera

Así lo rescata “La construcción de viviendas en madera en Chile: Un pilar para el desarrollo sostenible y la agenda de reactivación”, al explicar que los procesos de construcción industrializada en madera, para casos cómo la baja altura (1 a 4 pisos) permiten tiempos de construcción más cortos y reducen los costos directos y financieros de una obra en un 10%, además de disminuir los plazos de construcción tradicionales en hasta un 25% de lo pre estipulado.

Así, la madera no sólo se presenta como una alternativa de alto potencial para disminuir el impacto medioambiental de la industria de la construcción, sino que también como un sólido aliado para enfrentar los desafíos socioambientales actuales, y cómo una oportunidad para reorientar a la industria hacia mejores estándares de calidad y produccion.

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